Por sudamerica en combi – Semana 9

Salimos en dirección a Baños, en la sierra ecuatoriana, lugar de partida de muchos viajeros hacia la selva. La idea era avanzar lo más posible, dormir al lado del camino, para llegar al otro día al destino. Por un problema de ruta, no pudimos seguir la que queríamos y tuvimos que hacer la ruta por Guayaquil que en un comienzo habíamos desechado, ya que era retroceder. De todas maneras, calzo perfecto, ya que Luna, nuestra amiga del asado, había dicho que quería acompañarnos y vive en Guayaquil. El camino a Guayaquil lo hicimos por interior, atravesando una zona agrícola en medio de un ambiente selvático impresionante. Llegamos a Guayaquil de noche en busca de wifi para comunicarnos con nuestra posible nueva integrante. Logramos comunicarnos con ella, su determinación de ir con nosotros estaba intacta, y nos invito a casa de una amiga suya que estaban tomando unos tragos, por lo que emprendimos rápido camino para allá. Llegamos y estaba Luna con dos amigas, Daniela y Vicky, que fueron muy acogedoras con nosotros y después de unas piscolas que les convidamos fuimos a conocer un barrio nocturno en busca de un bar. Quedaba en pleno centro, con un paseo bordeando el manglar (metida de mar en río) y construcciones muy pintorescas. No encontramos nada abierto ya que todo cierra a las 12 en Guayaquil los días de semana y volvimos a la casa de Daniela que muy amablemente nos dejó estacionarnos ahí. 

Al día siguiente muy temprano fuimos a buscar a Luna y partimos hacia Baños. El camino tuvo mucha cuesta, ya que íbamos de la costa a la sierra, pero el paisaje, como en todo Ecuador, impresionante y con mucho verde. Llegamos a Baños en la tarde en busca de un camping. Nos recomendaron la casa del árbol, que fuimos a ver. Quedaba bien arriba del cerro por lo que no era muy práctico para las actividades que queríamos hacer, pero tenía una bonita vista y el camino era bonito. Volvimos a la ciudad para encontrar uno con mejor ubicación, el que encontramos en el restaurante Chez Roberto, a 5 cuadras del centro y justo abajo del cerro de la cruz, con vista privilegiada de la cascada de la ciudad. 

Ahí armamos campamento con una fuerte lluvia y recorrimos la ciudad, para volver a comer y acostarnos. La ciudad tiene un par de plazas bien pintorescas y hartos bares y restaurantes, pero su mayor atractivo, al menos para nosotros, es el lugar donde se encuentra: metida entremedio de altos cerros muy verdes, con cascadas que se iluminan de noche, un río bajo una gran quebrada  y un clima muy variable. Al día siguiente amanecimos muy motivados ya que por fin íbamos a hacer un trekking en el cerro después de mucho tiempo. De esta manera, partimos caminando desde el camping hacia el cerro de atrás. Con subidas bien empinadas, metidos en medio del bosque y con increíbles vistas de la ciudad y el entorno, el paseo fue muy bueno, pudimos ir a la virgen, luego hasta Runtún, donde tomamos unas cervezas, luego fuimos a la cruz y volvimos al camping. Hay que destacar el esfuerzo de Luna, que ya en la primera subida decía que no podía más, pero se las arreglo para realizar todo el paseo. 

Ahora se venía el desafío mayor del día, teníamos que ir al puente San Francisco a saltar por el péndulo. El puente es una vía de escape que cruza un río que está muy por debajo del puente (100 metros) hacia otro cerro para cuando el volcán hace erupción. Imaginense la altura, los que ya han saltado sabrán lo que es estar ahí. Hicimos cachipun para ver quien saltaba primero y ganó el Rusio, que nunca antes había saltado. En un costado del puente, como en la baranda, hay una plataforma de 20 cm por 30 cm que es donde se para para saltar. Con la guata apretada, el Rusio se subió y a la cuenta de 3, a saltar al vacío. Decirlo es fácil, pero al estar parado ahí uno se arrepiente de haber pagado, la altura es impresionante, pero ya se está y no hay vuelta atrás, así es que a saltar no más. Luego fue el turno de Charly, y Luna prefirió grabarnos y sacar fotos. La caída es impresionante! Dura a penas segundos, pero se tiene una vista increíble y adrenalina a mil, vale la pena de todas maneras, y te deja acelerado por mucho tiempo, después casi no podíamos ni hablar. Eso si, hay que acomodarse muy bien el arne, por que al pegar el tirón puede apretar partes sagradas que nos dejaron un fuerte dolor. Esa noche salimos a conocer la vida nocturna del lugar, en que las discotecas y bares se concentran en dos cuadras. Hay muchas y la mayoría no cobra entrada, además de que todas tenían por fin música pachanguera, por lo que estuvo muy bueno. Los bares están bien buenos también, y en todo el lugar se mezclan turistas y gente local, en un buen ambiente.

Hicimos también el clásico paseo en bicicleta, por el camino que lleva hacia la selva. Es casi pura bajada, pero es bueno ya que así se guarda energías para todas las casacadas que hay para mirar en el trayecto, a las que se llega generalmente caminado. El paseo es buenísimo, va junto al río, al que van a dar varias cascadas. En algunas hay incluso canopy para cruzar el río. Todas muy impresionantes, con vistas muy lindas del paisaje también, pero las más llamativas fueron dos. Primero el "Pailón del Diablo", casacada muy grande en que todo el camino e instalaciones están en perfectas condiciones por iniciativa de privados. Se puede llegar a la caída misma, donde llega toda la brisa y se aprecia la fuerza de la casacada, que tiene mucho caudal, y se pasa por una grieta muy pequeña para llegar justo atrás de la cascada, donde uno termina empapado. Al bajar hay un puente colgante desde el que se aprecia la cascada en toda su plenitud. A la salida venden artesanías, donde por fin Charly encontró el yembé que buscaba desde el inicio del viaje.

La otra, fue la última, la cascada de Machay, que está en medio del bosque, es muy alta y además se puede bañar en la piscina que se forma. El último paseo que hicimos en Baños antes de partir rumbo a la selva, fue en auto hacia el volcán. Este fue un gran desafío para la máquina, ya que eran subidas en curva con mucha arena, y hubo momentos que pensamos no se la podría, pero lo más bien que llegamos hasta el final del camino, pasando por medio de tierras cultivadas en pleno cerro, con vista privilegiada del valle, pero no fue posible ver el volcán ya que estaba nublado, y según dicen no se deja ver por turistas. De todas formas, se apiadó de nosotros ya que al llegar abajo se dejó ver por algunos minutos.

El último día dormimos ansiosos, ya que al día siguiente seguiríamos hacia nuestro próximo destino, Puyo, puerta de entrada hacia la selva, uno de los lugares con más expectativas por parte de nosotros, que queremos recorrer bien para conocer varios lugares, aprovechando la ventaja de ir en auto que nos permite ir sin tour y conocer con alguien mismo de la selva, por lo que estamos seguros tendremos buenas aventuras en un lugar increíble.

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